Durante la década de 1990, el término «personalidad adictiva» fue utilizado por algunas empresas farmacéuticas como parte de las recomendaciones y advertencias de algunos productos, y quizá también, irónicamente, para promocionar fármacos analgésicos que causan adicción.
Fue el caso de OxyContin, un medicamento opioide fabricado por la farmacéutica estadounidense Purdue Pharma que solo se podía adquirir con receta de un médico.