Imagina que te despiertas una mañana después de recuperarte del covid-19 y descubres que tu café huele a calcetines sucios, tus huevos apestan a heces y tu jugo de naranja tiene un sabor metálico. Curiosamente, se trata de una buena noticia: todavía funciona el sentido del olfato, aunque está mal conectado en tu cerebro.
También podría suceder que tu capacidad del olfato desaparezca por completo; una condición llamada anosmia. Sin previo aviso, dejas de sentir el dulce aroma de la piel de tu bebé, de las rosas que te obsequió tu pareja, o el fuerte olor de tu ropa después del gimnasio.